Le llaman coloquialmente y entre bastidores la jam punki, y es fácil deducir por qué. Porque sí, son todos increíbles músicos con grandísimos conocimientos de escalas, progresiones, modos, etc. y con una capacidad abrumadora de improvisar y no perderse, fruto de sus tablas en directo. Pero la gracia de la jam está en que van más allá de los estándares. Hablando en plata: que se les va la olla. Pero lo bueno del caso es que, allá donde la olla vá, sale algo maravilloso y vivo, que te deja paralizado o de lo freak que resulta, o de lo cojonudo que es.
La jam dura alrededor de tres horas, bien entrada la noche, y el ambiente es fenomenal. Está lleno hasta los topes y la gente no para de bailar y animar. La realimentación público-musicos es tan grande que parece un concierto de alguien consagrado. Y es que en parte son gente consagrada dentro del mundo de las jams, ya que sus nombres son conocidos y respetados por todos, aunque la jam está abierta a todos y puede subir cualquiera que tenga ganas de pasarlo bien. Se la juegan porque dejan subir a quien lo pide, sin referencias previas, a ver que pasa. Es ese espíritu arriesgado que hace de esta jam algo que no os podéis perder.
Id a verla un día si tenéis ocasión. No os defraudará.